Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1882-1883 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 9 de marzo de 1883
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 62, 1342-1344
Tema: Para que no puedan obtener cargos públicos en las carreras del Estado los Diputados a Cortes, exceptuando los de Subsecretarios de los Ministerios

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: la tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): El Sr. López Domínguez ha iniciado una de las cuestiones más difíciles, que dan lugar a más grandes controversias en los Parlamentos, con la proposición que tan elocuentemente acaba de apoyar.

Que la cuestión es difícil, lo prueba la diversidad de opiniones que sobre esa materia hay en este Parlamento y en todos los Parlamentos. Al sólo anuncio de la proposición de ley del Sr. López Domínguez, se han autorizado por las Secciones, que yo sepa, otras tres; una me parece que suscrita por el Sr. Cañamaque y varios Sres. Diputados, otra por el Sr. Becerra Armesto, y otra por los republicanos, representados por el Sr. Carvajal; y según mis noticias, hay otras varias proposiciones de ley anunciadas y que se presentarán en el momento que el Congreso vuelva a reunirse en Secciones.

Pues esto demuestra, no sólo la diversidad de opiniones que hay en la materia entre los varios partidos y aun dentro del mismo partido, sino la diversidad de opinión que profesa un mismo individuo, según las épocas en que se ocupa de esta cuestión. (Risas.) No hay más que examinar las proposiciones presentadas, y se verá la firma de algunos Sres. Diputados en dos si no en tres proposiciones que son perfectamente distintas.

En un mismo día quizá, con intervalo de horas, hay Sr. Diputado que no ha tenido inconveniente en firmar la proposición del Sr. López Domínguez y otra proposición contraria a la de S. S.; y aun el mismo Sr. López Domínguez quizá, si alguna vez ha tratado esa cuestión, es posible que no la haya considerado bajo el mismo punto de vista y con el mismo sentido que la ha tratado hoy; lo cual prueba, Sres. Diputados, que la cuestión es ardua. Es difícil, en efecto, porque esta cuestión de incompatibilidades se toma siempre como remedio de males que no curará, que no ha curado jamás; los remedios se han adoptado con leyes de incompatibilidades, y los males, sin embargo, han persistido.

El vicio, el mal existe en otras partes, tiene otras raíces, y a esas raíces hay que tocar para remediarlo; pero claro es que el remedio es lento, es muy difícil de aplicar, y que a hallarlo deben contribuir todos los partidos y todos los hombres políticos, y aun los que no siendo políticos, se interesen por el bien de su país.

Si nosotros llegáramos a conseguir la sinceridad electoral; si nosotros llegáramos a conseguir la libertad absoluta en las elecciones; si llegáramos a constituir un cuerpo electoral independiente, cualquiera que fuera la ley de incompatibilidades, la ley sería buena; pero si no se hace así, todas las leyes de incompatibilidad son insuficientes para curar el mal. ¿Cree el señor López Domínguez que con esta proposición de ley que hoy ha apoyado está curado el mal? Pues no hay nada de esto, Sr. López Domínguez. ¿No hemos estado presenciando muchas veces, durante largas administraciones, lo que sucedía cuando los Diputados que aceptaban cargos del Gobierno no podían ser sujetos a reelección, porque, según la constitución entonces vigente, el Diputado que aceptara cargos del Gobierno no podía volver a serlo hasta nuevas elecciones generales? Pues todos los Diputados que aceptaban cargos del Gobierno volvían a ser Diputados en la misma legislatura, sin que se cumpliera el precepto constitucional de que no pudieran serlo hasta las próximas elecciones generales. ¿Y cómo lo hacían? Pues con la libertad que tiene el Diputado de dejar su cargo cuando lo tenga por conveniente, sucedía, y lo hemos estado viendo con bastante frecuencia, que un Sr. Diputado renunciaba su cargo, cargo de que le habían investido los electores, y entonces el Gobierno le nombraba para un puesto, y ya, con la libertad que el Sr. López Domínguez da al cuerpo electoral, el cuerpo electoral volvía a elegirle Diputado con el cargo que había aceptado del Gobierno y volvía a sentarse en estos bancos.

Ya ve el Sr. López Domínguez con qué gran facilidad se echa por tierra la grandísima armazón de ese edificio que ha creído S. S. tan sólido. (Sr. López Domínguez: Pido la palabra.)

La ley de incompatibilidades ha de ser, digámoslo así, una ley aneja a la electoral; aisladamente puede ofrecer muchos inconvenientes, y no se puede legislar de esa manera sin exponerse a mayores inconvenientes que aquellos que se quieren evitar.

Relaciona el Sr. López Domínguez la ley de incompatibilidades con la ley de empleados, y ha presentado en su proposición las bases de una ley de empleados, organizando la carrera administrativa en todos los ramos de la administración, y eso mismo han hecho otros Sres. Diputados.

Pues bien: claro está que hay que hacer estas leyes formando un conjunto armónico; pero francamente, no me parece que sea este el medio de lograrlo; porque, en primer lugar, para hacer una ley de empleados que comprenda todas las carreras de la administración, lo primero que hay que hacer, y necesita el país con más urgencia, es una grande reforma en la administración en sus diversos ramos; es estudiar la manera por la cual resulta una administración más sencilla, más económica que la actual, y que dé más garantías a los administrados; y una vez determinadas las funciones de la administración de este modo, estudiar las condiciones que para el ingreso han de tener, en cada ramo de la administración, las personas que hayan de encargarse de realizar determinadas funciones, así como los ascensos, y por último, las garantías que como compensación a esas condiciones se les han de conceder.

Todo eso no se puede hacer de una vez, como con los mejores propósitos pretende S. S.; es necesario que haya cierta armonía entre las disposiciones que mejoren y ordenen la administración y las disposiciones que determinen las condiciones que han de reunir los funcionarios que hayan de desempeñar esta administración en sus diversos ramos; y esto, créalo el Sr. López Domínguez, haciéndolo en la extensión y forma que S. S. propone hacerlo, no se logrará nunca. La administración, en la extensión vastísima que tiene, y que es la que necesita un país que quiere gobernarse a la moderna, tiene muchas especialidades, hay que dividirla en muchos ramos; todos esos ramos son diversos entre sí, y claro está que los funcionarios encargados de intervenirla necesitan diversas condiciones, y [1342] por lo tanto, no hay medio de arreglar bien la administración del Estado sino organizando carreras y haciendo leyes especiales para cada carrera.

Y con este motivo advierto yo, para que vea S. S. que vamos adelante en este punto, advierto, digo, una cosa, y es, que tenemos en el Congreso y en el Senado presentados varios proyectos de ley de organización de carreras en los diversos ramos de la administración, y todavía no se ha dictado dictamen sobre ellos, y por consiguiente, no se han discutido ni en el Congreso ni en el Senado. (Un Sr. Diputado de la minoría conservadora: Eso es porque el Gobierno quiere.) El Gobierno cumple con su deber presentando los proyectos y haciendo que se nombren las Comisiones y excitando todo lo que se puede a las Comisiones; y como no tiene otra autoridad ni medios coercitivos con los señores Diputados, no puede hacer más. ¿Para qué ha presentado los proyectos, sino para que se discutan? (El Sr. Romero Robledo: ¿Es que se echa la culpa a nosotros?) Yo no echo la culpa a nadie, pero no consiento que se la eche al Gobierno.

Aquí está el proyecto de ley organizando la carrera de empleados de la administración local, objeto de estudio de la Comisión. Aquí está el proyecto de ley organizando el cuerpo de correros y telégrafos: también está al estudio de la Comisión. Aquí está el proyecto de ley de sanidad, en el cual se organiza también la carrera de los empleados de ese importantísimo ramo de la administración: también está siendo objeto de estudio de una Comisión. (El Sr. Romero Robledo: En ninguna de esas Comisiones hay individuos de esta oposición.) Pues voy allá.

En el Senado está el proyecto de ley organizando la carrera de empleados de Ultramar, que, dicho sea de paso, es más urgente que organizar la carrera de los empleados de la Península, porque allí se necesita una administración más apta, más idónea, más activa y con otras condiciones que aquí no son absolutamente indispensables, aunque sean necesarias en todas partes: pues bien; ese proyecto organizando la carrera de los empleados de Ultramar, que está realmente basado en las mismas condiciones generales que establece la proposición que ha presentado el Sr. López Domínguez para todas las carreras del Estado, fue encomendado (y con esto contesto a mi amigo particular el Sr. Romero Robledo, que dice que en las Comisiones no hay individuos de esa oposición) a una Comisión de la cual formaban parte todos los jefes de las oposiciones. (El Sr. Romero y Robledo: ¿En dónde?) En el Senado. (El señor Romero y Robledo: Pero ese proyecto ya ha salido.) Voy a decir cómo ha salido.

Se establecía grande rigor en el proyecto de ley; el rigor que ahora pide el Sr. López Domínguez y otros Sres. Diputados que han presentado bases para la organización de las carreras del Estado: pues aquella Comisión, compuesta de eminencias de todos los partidos, suavizó las condiciones hasta tal punto, que quebrantó las bases que viene ahora a demandar el Sr. López Domínguez. De manera que cuando estas cosas se someten a la práctica, es cuando se encuentran dificultades que no se encuentra aquel que las imagina.

Pues bien; todo esto dirá a los Sres. Diputados que el Gobierno está en el camino de destruir los inconveniente que quiere destruir el Sr. López Domínguez con su proposición y los demás Sres. Diputados que han presentado proposiciones análogas; solamente que el criterio del Gobierno es distinto del de S. S., porque lo cree más práctico, y aun siendo más práctico encuentra dificultades: ¡qué dificultades no encontrará la proposición de S. S.!

Y que el Gobierno va organizando la administración por carreras especiales, lo prueba el que tiene ya presentados cuatro proyectos de ley relativos a este particular: el de organización de las carreras de Ultramar, que está ya bastante adelantado, y otros tres pendientes de dictamen de Comisión. El Gobierno desea que se den cuanto antes esos dictámenes; y desde aquí, sirva estos de satisfacción a mis amigos de la oposición conservadora, excita a los individuos que componen esas Comisiones para que trabajen día y noche hasta que esas leyes puedan discutirse en las Cámaras, como el Gobierno desea que suceda con todos los proyectos pendientes de dictamen de Comisión, porque para algo presenta al Gobierno los proyectos; los presenta para que se discutan y se aprueben. (El señor Allende Salazar pide la palabra.)

Antes he olvidado decir que también ha quedado aprobada la organización de las carreras diplomática y consular.

Todo esto prueba, Sr. López Domínguez, que el Gobierno quiere que se realice esto de la única manera que puede realizarse, porque si no, va a suceder lo que según él le ha anunciado la prensa. ¿Se toma en consideración esta proposición? Pues hay que tomar también en consideración todas las demás que sobre el mismo asunto han presentado otros Sres. Diputados, y todas irán a parar a una Comisión. (El Sr. Romero Robledo: ¿Por qué?) Todas las que traten del mismo asunto, puesto que nos propondremos estudiar estas materias de manera que tengan participación todas las opiniones, que se discutan todas las ideas, y claro es que no hemos de hacer la excepción de admitir la proposición del Sr. López Domínguez para desechar después otras proposiciones análogas, otras proposiciones que van encaminadas al mismo objeto; lo justo es tomar en consideración todas o no tomar ninguna.

Pues bien; tomamos en consideración todas las proposiciones de que se trata, y se nombra una Comisión. Yo dejaría el nombramiento de esa Comisión y suplicaría a la mayoría que lo dejase a la iniciativa de las oposiciones; nombrarían las oposiciones a los hombres más eminentes de su seno, y declaro sin temor de equivocarme, que se acabaría esta legislatura sin que hubiéramos obtenido ningún resultado; es más, aun cuando quisiera obtenerse no se obtendría. Se trata de una cuestión que va a dar lugar a grandes debates y no va a quedar tiempo para resolverla, porque después de todo, tenemos pendientes entre el Congreso y el Senado varios proyectos de ley, algunos de suma urgencia, todos de necesidad, y, sin hacer excepción, todos de importancia.

Están hoy pendientes de debate o de dictamen los proyectos de Código penal, de Código civil, Jurado, imprenta, asociaciones, Código de comercio; en fin, numerosos asuntos, y si damos vado a todos durante esta legislatura, será una de las que hayan producido mayores resultados. Además tienen que presentarse y discutirse los presupuestos; y aun sin esto, las leyes presentadas son de tal importancia, exigen tanto estudio, han de originar tanta discusión, que dudo yo que en lo que queda de legislatura, aunque se prorrogue todo lo que quieran los Sres. Diputados, haya bastante tiempo para discutirlas.

¿Qué conseguiremos con acumular proyectos, si no [1343] podemos convertir en leyes los más importantes? A fuerza de acumularlos, va a resultar que no vamos a terminar ninguna.

Además, la atención de los Sres. Diputados se divide entre tantos asuntos, y lo que importa es que esa atención se concentre en aquellas cuestiones de importancia que todos deseamos tengan pronta solución. Que cada cual trabaje cerca de sus amigos y compañeros de Comisión para terminar cuanto antes y para que no se pueda decir nunca que el Congreso no hace nada. Conste que el Gobierno no tiene la culpa de que las Comisiones no den su dictamen; el Gobierno no puede hacer más que decir a los Sres. Diputados que no acumulen otros trabajos a los que hay, y que dejando a un lado los asuntos que no tengan tanto interés como los que he indicado, aprovechen más el tiempo en la discusión de esas cuestiones que a todos interesan por igual.

En vista de esto, no quiero discutir con el Sr. López Domínguez acerca de las ventajas y de los inconvenientes de su proposición; no es este mi objeto; sólo quiero decirle que no va a conseguir nada aun cuando se tome en consideración su proposición. En realidad al Gobierno le es indiferente. ¿Se toma en consideración la proposición de S. S.? Pues hay que tomar en consideración todas las demás análogas. Eso es lo justo. (El Sr. Romero Robledo: Yo votaré a favor de una y en contra de otra.)

Eso no será justo. Si se toma en consideración la del Sr. López Domínguez, deben tomarse también en consideración, aunque no sea más que para ilustrar la del Sr. López Domínguez, todas las que traten del mismo asunto; que vayan a la Comisión todas las opiniones, todas las ideas que sobre este punto se hayan aquí manifestado. Pero yo que he dicho que esa Comisión no dará resultados prácticos, me he equivocado; va a dar un resultado, y es, que esperando el fin práctico que dé esa Comisión, las demás Comisiones que entienden en la organización de ciertos ramos de la administración y en la regularización de ciertas carreras especiales, van a detener sus trabajos, y va a resultar que ni van a conseguirse las reformas que propone el Sr. López Domínguez, ni van a conseguirse las demás.

Y como yo creo que es mejor que el Congreso dé vado a los proyectos que el Gobierno ha presentado para la organización de ciertas carreras de la administración y la regularización de los empleos de esas carreras, cuyos proyectos se hallan pendientes de dictamen, y con lo cual habríamos conseguido algo, considero que será preferible que el Congreso no tome en consideración el proyecto del Sr. López Domínguez ni otros análogos al suyo, y que deje S. S. al Gobierno concluir su obra, que la concluirá cuando los demás asuntos que le rodean se lo permitan.

Yo aseguro al Sr. López Domínguez, que antes de que se concluya la discusión de los proyectos que hay sobre la organización de las carreras administrativas, el Gobierno presentará otros, y poco a poco irá desenvolviendo su pensamiento administrativo, como va haciéndolo de su pensamiento político. Si esto parece bien a los señores de la mayoría, como a los de la minoría, preferible será que no acepten la proposición del Sr. López Domínguez y que influyan sobre esas Comisiones que entienden en los proyectos de organización de carreras especiales, para que emitan pronto su dictamen, y así iremos resolviendo las cuestiones que se refieren a la administración, y se alcanzarán los resultados que desean, así el Sr. López Domínguez como todos los Sres. Diputados. [1344]



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